“Quiero pedir una hipoteca por la casa de
Malibú” decía el protagonista a su ex mujer.
“Compraré la momia de Lenin con el dinero para aclararme
si soy pan sexual, bisexual o simplemente hetero”, añadió Farah en su fértil
imaginación, regada la tarde anterior con una sesión de sexo duro...
Recordó a su amor comunista, por el dolor que
sentía en sus pezones, amoratados por la pasión y la locura vivida juntos.
Mezclaron el olor a sexo con sonrisas, y
conversaron sobre el Capitalismo y el amor romántico. Sobre Engels y su “amor proletario”, contándole ella que, según este,
sólo entre la clase proletaria se podía dar el amor, excluidos los afanes
económicos.
Sonrieron ante lo absurdo del planteamiento,
entrados en la segunda década del siglo XXI, y se amaron a distancia,
sonriéndose con el alma.
Una inyección de creatividad, venida del cuerpo
de su amor proletario, la llenó de energía, y pensó en cuan inútiles eran las
teorías, los ensayos y metodologías, cuando dos que se aman se enfrentan
desnudos en un mismo combate.
Una batalla más de lo cotidiano que todo lo
vuelve anodino, y conversaron sobre la convivencia. De lo imposible que
resultaba a ambos, seres solitarios, compartir el espacio con alguien tan
avasallador como ellos dos lo eran.
Todo esto yacía oculto en las frases de su conversación, él rendido, al fin, ante el amor de ella.
Todo esto yacía oculto en las frases de su conversación, él rendido, al fin, ante el amor de ella.
Convencido de que ella, pobre iluso, no quería
poseerlo, él sonrió, pensando tal vez que habían llegado a un entendimiento
mutuo.
En el fondo ella estaba alegre por lo mismo, incoherente, humana e imperfecta. Radiantes los dos por el ejercicio de “¿Quién domina a quién?” que habían puesto en marcha en su cama, se amaban en silencio, sólo mirándose.
Ella
pensó en su abrazo, capaz de una dulzura contrapuesta a su forma de morderla y
apresarla bajo su fuerza media hora antes, y llena de incertidumbre y muy
feliz, se durmió pensando en él, su amor proletarioEn el fondo ella estaba alegre por lo mismo, incoherente, humana e imperfecta. Radiantes los dos por el ejercicio de “¿Quién domina a quién?” que habían puesto en marcha en su cama, se amaban en silencio, sólo mirándose.